Cuando hay un amor genuino hacia Dios, no puedes dejar de leer su palabra, de amarla y no apartarte de ella.
No dejes que todo lo que te distrae te aparte del amor de Dios, buscalo todos los días de tu vida y te pondrá palabra en tu boca.
«No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad, Porque en tus juicios espero. Guardaré tu ley siempre, Para siempre y eternamente. Y andaré en libertad, Porque busqué tus mandamientos. Hablaré de tus testimonios delante de los reyes, Y no me avergonzaré; Y me regocijaré en tus mandamientos, Los cuales he amado. Alzaré asimismo mis manos a tus mandamientos que amé, Y meditaré en tus estatutos. Salmos 119:43-48»
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